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La poción mágica que circula por nuestros músculos

Imagina que esta mañana no has desayunado, y que luego sales a correr durante dos horas. Tus músculos necesitan algo de azúcar (glucosa) para funcionar, pero no van a esperar a que comas algo para activarse: en su lugar, recurrirán a tus reservas de azúcar (el glucógeno de los músculos y del hígado), y luego completarán la energía que les falta haciendo uso de las grasas corporales. Luego, en la comida siguiente, el aporte de glúcidos permitirá reponer las reservas de azúcar, para que vuelvan a estar disponibles cuando sea necesarío. Este proceso es idéntico en todas aquellas situaciones en las que nuestro organismo necesita energía, sencillamente porque no nos pasamos la vida comiendo.

Pero ¿qué sucede cuando sufrimos el ataque de un virus o bacteria? ¿De dónde obtiene la energía nuestro organismo? Obviamente, de nuestras reservas de azúcar no. De hecho, los glóbulos blancos son proteínas. Para multiplicarse y atacar, nuestras células inmunitarias necesitan un gran aporte de proteínas, y el mejor lugar para aprovisionarse de ellas es el tejido muscular: ¡los músculos concentran el 75% de las proteínas totales del cuerpo humano!

De hecho, una pérdida de masa muscular de solo un 10% es capaz de debilitar significativamente el sistema inmunitario, que acaba siendo menos reactivo y menos resistente al tener que enfrentarse a este nuevo enemigo. Otra consecuencia: una pérdida excesiva de masa muscular empuja al organismo a un estado de inflamación crónica, incapaz de disponer de la energía necesaria para hacer frente a las agresiones normales de la vida cotidiana. De ahí que el ayuno terapéutico sea una práctica desaconsejada para las personas demasiado delgadas, ya que puede volverse rápidamente en contra de quien lo practica.

En caso de cáncer, es exactamente igual: cuando el sistema inmunitario reconoce las células cancerosas como anómalas, pone todos sus recursos al servicio de destruirlas. ¡Y si es lo suficientemente fuerte, lo consigue! Y por eso los hombres con mayor índice de masa muscular son menos propensos a sufrir esta enfermedad y a morir de ella. Y, en los casos de cáncer avanzado, la demanda de moléculas inmunitarias puede ser tan sumamente elevada como para provocar una pérdida de masa muscular. Para entender bien qué significa esto, basta con saber que, a partir de una pérdida del 30% de la masa muscular, el riesgo de muerte es casi del 100%. Así, en caso de cáncer, la abundancia de músculo da a los tratamientos mayores probabilidades de destruir las células cancerosas… ¡antes de que el cáncer nos mate a nosotros!

Generar la masa muscular adecuada a cada persona nos va a aportar:

– Disminución de todos los síntomas de la diabetes

– Pérdida de peso acelerada y mantenida en el tiempo.

– Disminución del riesgo de cáncer.

– Mejora neta de la eficacia de las quimioterapias contra el cáncer y disminución de sus efectos secundarios

– Mejora de los síntomas de la enfermedad de Parkinson

– Prevención y tratamiento de la osteoporosis.

– Disminución del riesgo de contraer infecciones de todo tipo

– Prevención de la hipertensión arterial.

– Mejora de la salud cardiovascular y de las capacidades respiratorias.

¡Ánimo y a por más músculos!

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